Cliché N°3: "El vagabundo y la armónica"
Un tipo barbón y desgarbado deambula por la ciudad. Sus viejos zapatos dan cuenta de la vida nómade que ha llevado desde quién sabe cuándo. Viaja de polizón en trenes de carga y se gana la vida cantando canciones y contando historias. Su compañera de viaje, su única e incondicional, es su armónica. Esa que viaja en el bolsillo de su vieja chaqueta y que lo ha acompañado en incontables aventuras.
Uno de los mayores clichés de la armónica es su eterna asociación con vagabundos, mendigos y personas en situación de calle. Un cliché que se ha visto alimentado por la cultura popular durante décadas, y que probablemente ha inspirado más de una broma dirigida hacia tu persona. Porque, ¿qué son estos clichés sino combustible para el bullying?
No obstante lo trillado de este arquetipo, es interesante ahondar en él. Principalmente porque al indagar en las premisas que lo sustentan nos encontramos con que de ellas se desprenden no uno, sino varios clichés característicos de la armónica.
¿Cuáles son estos clichés? ¿De dónde provienen? ¡Sigue leyendo y lo sabrás!
Es el instrumento de la gente humilde
Esto no es ficción, sino realidad pura. Uno de los innegables aciertos que tuvo Mathias Hohner durante el siglo XIX fue la producción y exportación masiva de armónicas a través del Atlántico. Lo que comenzó como un souvenir que los migrantes alemanes llevaban consigo al dejar su país natal, terminó ganando popularidad en las sociedades locales de sus distintos países de destino: Estados Unidos, Brasil, Argentina, Colombia y, por supuesto, Chile.
El académico alemán Hartmut Berghoff comenta en su publicación de 2001 Marketing Diversity: The Making of a Global Consumer Product—Hohner's Harmonicas, 1857—1930 (para leer el artículo haz clic aquí) que la irrupción de la radio en los años ‘20 y ‘30 estimuló en el público estadounidense un explosivo interés en formas baratas y novedosas de acceder a la música, y ahí la armónica cayó de cajón. Para aquellos años, una armónica podía obtenerse por cinco o diez centavos de dólar.
Y no solo era un instrumento de bajo precio, sino que además podía tocarse con poca o nula instrucción musical. Todo esto, indica Berghoff, hacía que la gente rica mirara a la armónica con desprecio, como un instrumento caótico y culturalmente inferior.
Por esto, era común encontrarla no en los eventos de la élite, sino que animando las fiestas de la gente más pobre.
Es el instrumento viajero por excelencia
No hay mucho que explicar en este punto. La armónica cabe en el bolsillo y podemos llevarla con nosotros donde sea que vayamos. Somos la envidia de pianistas, bateristas, vibrafonistas y tubistas.
Esta portabilidad es la razón por la que, desde su irrupción en el mercado, la armónica se volvió el instrumento preferido de quienes se estaban moviendo constantemente. Soldados, temporeros y músicos callejeros la llevaban consigo donde fuera que los rigores de la vida los llevaran.
Es el instrumento de la gente sola
Una de las convenciones más persistentes de la armónica en la cultura popular es que es el instrumento preferido de quienes caminan solos por la vida. Sea un pistolero solitario en el desierto, o un prisionero pasando el encierro en su celda, lo cierto es que la armónica ha sido históricamente retratada no solo como un instrumento musical, sino también como una compañía en medio de la soledad.
Uno de los personajes más relevantes en la creación de este arquetipo ha de ser el interpretado por Charles Bronson en la película de 1968 Once Upon A Time In The West o “Érase una vez en el Oeste”. En esta película, emblemática del spaghetti western, Bronson interpreta a un solitario y lacónico pistolero sin nombre, conocido por todos simplemente como Harmonica.
Existen otros ejemplos menos explícitos, pero igualmente relevantes, en los que la armónica aparece asociada a personajes que, literal o figurativamente, están solos. Es el caso del tema principal de la película Midnight Cowboy (1969), compuesto por John Barry e interpretado por el gran Toots Thielemans (aunque la versión del álbum fue grabada por Tommy Morgan). En esta película el protagonista Joe Buck deja su trabajo como lavaplatos en Texas y viaja a Nueva York para probar suerte como gigoló.
Algo parecido ocurre en la serie de videojuegos Red Dead Redemption, donde la armónica está frecuentemente asociada a fogatas o a personajes solitarios y de vidas difíciles como JB Cripps, un viejo solitario que a lo largo de los años se ha ganado la vida trabajando como curtidor de pieles, artista circense, soldado y delincuente.
Y como la representación del vagabundo suele implicar pobreza, itinerancia y soledad, es de esperarse que la armónica aderece estas representaciones con su presencia. Porque al final del día la armónica no solo tiene relevancia como objeto en la pantalla, sino también como un dispositivo creador de paisajes sonoros. La armónica tiene esa capacidad de transportar a los personajes y al público, y terminar de armar la escena.
Pedro Coggiola
La Harp es una buena compañera, qué me cura el alma